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27/4/14

poesía corte acción


Texto de construcción de intelectual colectivo
Laura Arbós Simó – lic. en humanidades
Miembro del Fòrum Psiconalític de Barcelona

El Fòrum Psicoanalític de Barcelona inició un seminario propuesto y coordinado por R. Cevasco y J. Moya que lleva por título Malestar en la cultura y superyo. Si no voy errada, el seminario consta de 4 sesiones. La sesión de este viernes 28 de marzo fue a cargo F.L. Aranguren, con la ponencia El ser fragmentado.

Se presenta como sociólogo, entre otras ocupaciones culturales que hace con empeño y deseo, y un miembro del conocido grupo activista “iaio flautas”. Su otra actividad, la poesía, se lee como estética con la que resiste la maldad del mercado capitalista. Su poesía no participa de este mercado, entre otras cosas, dice con humor, porque no se vende. Una estética que, sin lugar a dudas, no es la del poder, como gustaría decir a W. Benjamín.

Al inicio mismo de la charla, F.L. Aranguren impone su camino en el enfoque de la ponencia al enunciar que “si apenas sé lo que soy yo cómo voy a saber lo que es el superyó”.

Esta vía de análisis de nuestra sociedad marca un discurso que se sitúa, tal cómo él mismo lo manifestó, del lado de A. Camus, P. Kropotkin, K. Marx. Y se aleja de planteamientos filosóficos. La filosofía sólo dice, apunta F.L. Aranguren, y lo suyo es decir y hacer. Su maestro fue José Ma. Valverde, “hombre de acción”, F.L. Aranguren, y ya de todos conocido un hombre de una inmensa y intensa cultura. Asevera que si no fuese él un hombre de acción no sabría cómo podría estar allí hablando de cómo hacer las cosas.

F. Aranguren pone fuera del ámbito no sólo de la filosofía sino también del psicoanálisis propiamente dicho su teoricacción. Será a nosotros a quienes nos tocará poder ver qué aspectos de los introducidos pueden entrar en diálogo, hacer enigma,  con el discurso del psicoanálisis y, concretamente, con el manifiesto más actualísimo de Freud: El malestar en la cultura y su relación con el superyó.

Los puntos en los que F.L. Aranguren sostiene la decisión de acción y la orienta es, si supe escuchar bien: la acción despiadada y malvada de las decisiones de ejecución que des de las grandes corporaciones se toman (con total impunidad) en beneficio del capital a pesar de los estragos que causa entre la población.

“Una sociedad se distingue por sus víctimas”, no por su progreso. Así de contundente habla F.L. Aranguren. “El humo que salía por las chimeneas” nos dice en qué sociedad vivimos, recordando las palabras de P. Levi. En España, por sus muertos en las cunetas o en los caídos entre los campos de viñedos de Vilafranca del Penedès durante la retirada, como recuerda aún mi madre.

Si bien para la aniquilación de la población que se considera sobrante es útil la tecnología, para preparar a la población para que asuman que esta destrucción humana es necesaria, racional, bien gestionada, eficaz y eficiente sólo se necesita de la lengua, la lengua que cada sociedad habla con la que emitir el discurso de la culpa proveniente, nos dice F.L. Aranguren, del fundamentalismo protestante. Un fundamentalismo, añado yo, bien difundido entre los libros de auto ayuda, superación personal, liderazgo.

Aquí, quizás, habría un primer cruce de diálogo no sólo con el psicoanálisis sino también con aquella filosofía donde la palabra se piensa preformativa.  Es decir, la palabra por ella misma es ya acción, creación y no sólo un instrumento de comunicación.

Más adelante, el mismos F.L. Aranguren, sin decirlo, pienso que apoya esta misma manera de entender la palabra. “La derecha no tiene intelectuales. Un intelectual debe ser siempre crítico. El pensamiento libre necesita de la Crítica. El Poder tiene que poder siempre criticado”. Es decir, que F.L. Aranguren sea un hombre de acción, no quita que no sea un intelectual. Que no sepa del valor de la palabra, en definitiva, y del Poder mismo de ésta. Lo que sí que no quiere es que la palabra sea instrumentalizada, mercantilizada, acallada o que con ella se aliene. En resumen, la palabra en nuestras sociedades se vuelve palabra vacua, de tertulia de bar. El ejemplo que nos pone F.L. Aranguren es acertado: en el bar, nos tomamos unas cervezas y comentamos lo mal que está todo, el poco dinero que nos queda para pasar la semana, el trabajo sin trabajo de los jóvenes, de los de mediana edad y de los de edad avanzada. Luego, cada uno a su casa.

Para F.L. Aranguren la destrucción del tejido social, de las redes mutuas de ayuda y de cooperación atomizan al individuo, lo vuelven un ser fragmentado, que deja de vivir en un lugar con otros, para vivir en la más estricta individualidad. El cerebro ha de ser necesariamente lavado para que el miedo se apodere de cada uno. Así, aislados, aterrorizados, segregados, cada uno se siente culpable de su suerte. La acción del pintor ruso Piotr Pavlenski se me hace presente.

También es “analfabeto” el que no conoce las leyes e “idiota” el que no se interesa por la política[1] Así es como la  “libertad permitida es cómo quiere usted mejor lavarse el cerebro”. “ Un lavado de cerebro en libertad,” dice F.L. Aranguren.  Los mismos medios de comunicación participan de esta libertad a la carta y nos cuenta su paso por el programa de Ana Rosa Quintana. A los 7 minutos lo habían “h-echado” del plató. Así hicieron con él “echado”. Una puesta en escena de cómo ningunear la democracia y los intelectuales, la crítica y el pensamiento.

Delante de esta situación de degradación de la vida pública y de la privada, de las instituciones y de la conversión del humano en cifras “un gasto, no una persona”, F.L. Aranguren no duda en decir que “estamos en guerra”. Con acierto cita a A. Camus, El hombre rebelde. A modo de título, y para todos los lectores de J. Lacan (Kant con Sade)y que no hayan leído a A. Camus: “ Un encierro tan largo (el de Sade) engendra criados o matones, y a veces, en el mismo hombre, los dos (...) Sade es ejemplar en la medida en que, al ser tratado de una manera atroz por la sociedad, reaccionó él también de una manera atroz”[2] Pero A. Camus, como F.L. Aranguren, propone algo de lo ético, una rebelión posible, la rebelión que “dejaría libre curso a la palabra”[3], aunque se sincera y dice que en la situación que vivimos “apetece dar un estacazo a alguien”.

La represión y el control social pasan por la palabra de los medios de comunicación. La ley misma puede ser violenta y puede prohibir los derechos fundamentales recogidos en la misma constitución, nos recuerda F.L. Aranguren.

Pero por la palabra también es por donde se pueden crear vínculos, lazos sociales, que, tal como propone F.L. Aranguren, el ser fraccionado, atomizado, aterrado, se sienta de nuevo capaz de organizarse, apoyado por otros en un reconocimiento mutuo.  Recuperar la empatía y no ser unos desconocidos. Poderse enfrentar al mal, no a un mal metafísico, recalca, sino a un sistema malvado, tangible, que reconocemos por sus víctimas, nos insiste.

El mismo sistema de salud mental delata esta voluntad de fraccionamiento. Delante de una depresión, más pastillas, que permiten devolverte al mismo círculo de control policial que te está volviendo un ser sin vida. El mismo capitalismo acentúa todas la presiones. Construye (de) presiones, crean enfermedades que llevan a la autodestrucción, al suicidio. Un acto de violencia contra uno mismo, afirma F.L. Aranguren. Aquí recordamos la explicación de círculo que J. Lacan da en el Seminario Sinthome. O si quieren una muy literaria y que cuenta lo mismo. En Casa desolada, de Ch. Dickens, la labor del policía es hacer que las persones circulen, que no paren, que el sistema funcione.

Cuando F.L. Aranguren dice que “en nuestra sociedad  es más fácil ir a la cárcel que encontrar trabajo”, pienso que esta reflexión es suficientemente esclarecedora del tipo de sociedad en la que nos están haciendo circular, una sociedad que se distingue por la locura de la maldad, en la que no cabe cualquier otra posibilidad que no sea esta.

Los movimientos sociales que se crean presionan el círculo des de la periferia.  Ya no circulan más. Llaman a la desobediencia civil. En este punto es donde algo del ser (que indudablemente va ligado a la muerte, pero una parte del ser que no muere, que quiere pervivir, como expresa A. Camus,  quizás) está emergiendo y es por aquí, me atrevo a decir, que uno puede empezar a sentirse responsable de sus actos y no culpable de lo que le ocurre. La acción, finalmente, franquear el paso a la muerte instalada por el mismo sistema.

La justicia, como apunta A. Camus se alcanza por la libertad, por la libertad de palabra. Si no se gana nuevamente la libertad de palabra es relegar la justicia a los que ostentan la palabra, o sea, al poder. Hay algo que indudablemente se juega entre la enunciación y el enunciado y es por aquí por donde no todo lo tienen ganado. Pero para eso, en lo social,  hay que retomar a Hegel en su idea de la redescripción de los término. Es por aquí que podemos redefinir de nuevo las instituciones y luchar por ellas. Finalmente son estas mismas que el sistema está aboliendo. Siendo el sistema el que es más el típico violento antisistema. Creo que  F.L. Aranguren estaría de acuerdo en esta reflexión. Y por último, y para subrayar esta teoricacción de F.L. Aranguren, su misma cita de Marx: Hay que cambiar el mundo y dejar de explicarlo; trabajar para que el mundo sea bueno, que haya menos victimas, querer cambiar las cosas.

Les dejo con unos veros del poema El recuerdo de F.L. Aranguren[4], un espacio, el de la poesía, donde él dice sentirse libre.

“La noria se sucede, nos sucedemos lentos,
eternizamos el pasado. ¿Está tan muerto?
Prolongamos fetiches. Son las ideas.
E inventamos el ocio como relleno,
complejos nos hilamos, tapiz interminable.

se afanan hilanderas de tez reseca,
se devana el pasado con su arabesco”.


[2] Camus, A, El hombre rebelde, Editorial Losada, Buenos Aires (1953) pg. 126
[3] Camus, A, pg.323
[4] http://www.ojosdepapel.com/Index.aspx?article=2815